La materia y el espíritu no son cosas, sino aspectos

Esta entrada fue publicada originalmente Naukas.


La cultura occidental está dominada por la idea de que el alma es una cosa que de alguna manera interactúa con el cuerpo, y de esta manera lo gobierna. La idea tiene su máxima expresión en el dualismo cartesiano, aunque no se puede decir que Descartes inventara el dualismo, puesto que ya estaba latente en el cristianismo platonizante, que por supuesto lo hereda de Platón. No solo las creencias populares, también algunas ramas de la ciencia se ven lastradas por las ideas dualistas: están presentes, por ejemplo, en gran parte del planteamiento del problema mente-cerebro, en la psicología, en la neurociencia, y hasta en la inteligencia artificial y el proyecto transhumanista.


¿Podernos representar el alma y el cuerpo como dos componentes que interactúan?

Esta concepción del alma la tienen no solo muchos de los que creen en su existencia, sino también muchos de los que la niegan. Y la niegan, precisamente, porque la consideran una concepción absurda, más aún desde una cosmovisión científica. Si el alma es inmaterial, ¿cómo puede “interactuar” con algo material como el cuerpo?

Con toda razón, pienso yo, el dualismo cartesiano está abocado, más tarde o más temprano, a la negación de la existencia del alma. O, más bien, de esa particular concepción dualista del alma. Una concepción que está constantemente reforzada por la iconografía occidental, desde el arte clásico a los dibujos animados.


Tom y Jerry:
Heavenly Puss (El gato celestial, 1949)

Pues bien, aunque resulte sorprendente para algunos lectores, pienso que, algunas reflexiones sobre la tecnología y los artefactos pueden ayudar a aclarar esta cuestión, especialmente desde una perspectiva aristotélica, que no por antigua es menos lúcida en este aspecto.

Las causas no son cosas, sino explicaciones

Aristóteles explica su teoría de las cuatro causas en un contexto de producción: el artesano que esculpe una estatua, el carpintero que fabrica una mesa (Física II, 3; Metafísica V, 2). La recuperación de este contexto tecnológico arroja una interesante luz para entender la interrelación entre las cuatro causas, lo que de nuevo resulta ser un argumento muy sugerente para los ingenieros, que son mi especialidad.

En efecto, las cuatro causas aristotélicas no son otra cosa que cuatro explicaciones complementarias; no son de ninguna manera cuatro “cosas” diferentes que puedan actuar independientemente e interactuar entre sí. En el contexto tecnológico esto resulta clarísimo: una máquina no se explica sólo por aquello de lo que está hecha (explicación o causa material), o aquello que la ha puesto en marcha (explicación o causa eficiente), sino también por su estructura (el orden entre sus partes, explicación o causa formal) y su función (la finalidad con la que ha sido diseñada, explicación o causa final). Esto lo entiende perfectamente alguien con formación técnica, como un ingeniero, sin necesidad de saber una palabra de filosofía; de hecho, los manuales de ingeniería de muy diferentes ramas están llenos de explicaciones que, en último término, se remiten a este esquema, que tan fecundo ha sido para el pensamiento occidental.

Estas cuatro explicaciones (causas) son complementarias, no se entienden las unas sin las otras. Por ejemplo, nadie entiende la estructura (forma) si no es para estructurar las piezas (materia) de la máquina, ni las piezas se entienden sino como partes estructuradas; así mismo, cualquier ingeniero que quiera explicar la estructura y composición de una máquina tendrá que referirse continuamente a su función prevista, al propósito con el que es construida. Por lo tanto, cualquier persona que fabrica artefactos (y en mayor o menor medida todos participamos de esta actividad) está ya preparada para entender sin ninguna dificultad la teoría de las cuatro causas. Con tal de que, en lugar de ‘causa’, se diga ‘explicación’, porque por influencia cartesiana, y moderna en general, es ya casi imposible entender la noción de causa en su sentido aristotélico original (en nuestro lenguaje moderno ‘causa’ significa de modo casi exclusivo lo que en el lenguaje clásico se denominaba ‘causa eficiente’). O sea, digamos la teoría de las cuatro explicaciones, y veremos que es aceptada sin dificultad.

Y así, uno de los principales obstáculos para entender el esquema aristotélico –heredado y desarrollado luego por la filosofía cristiana medieval– que es la supuesta interacción entre las cuatro causas, sencillamente se desvanece. ¿Que cómo “interacciona” la estructura de una máquina con sus piezas? La pregunta no tiene sentido para un ingeniero, y eso no quiere decir que la estructura deje de ser esencial para entender la máquina. La estructura no “interacciona” con las piezas, ni las piezas con la función, ni la función con la fuerza motriz. Las “causas” no son “cosas”, sino explicaciones…


Aristóteles: ¿qué es causa?

¿Interacción alma-cuerpo? No existe tal cosa

Esta reflexión tiene gran relevancia antropológica para contrarrestar el dualismo cartesiano. Si la tarea de comprendernos a nosotros mismos ya es de por sí suficientemente ardua, el dualismo la hace más difícil todavía. En buena tradición aristotélica, debemos aplicar las diversas nociones de causa al reino de los vivientes (humanos incluidos) sin traicionar su sentido original, sin tratar de cosificar o sustancializar la “forma” de un viviente, ni tampoco su “materia”. Así evitamos entrar en el callejón sin salida de tratar de explicar cómo esa supuesta cosa (la forma o “ánima” del viviente) puede “interaccionar” con esa otra supuesta cosa (la materia, el cuerpo): es algo imposible de explicar, pero es que no hace ninguna falta explicarlo, porque no existe tal “interacción”.


El alma y el cuerpo no son dos cosas que interactúan

Efectivamente, es imposible explicar cómo un ente inmaterial, el alma, podría interaccionar con un ente material, el cuerpo. Además, aceptar el dualismo cartesiano (“las cosas son: o materiales, o inmateriales”) es el punto de partida que a menudo desemboca en negar la existencia de todo tipo de realidades inmateriales, puesto que solo las materiales son “objetivas”, cuantificables. De esta manera se acaba afirmando que el ser humano es pura biología –mero producto de la genética, es decir, de las leyes de la materia– y negando la libertad entendida como autodominio. Obviamente, sin libertad no hay responsabilidad, ni tiene sentido hablar de ética, puesto que la ética trata de los actos humanos libres, los que se pueden hacer o dejar de hacer.

A mi modo de ver, el error más grave de la filosofía cartesiana consistió en sustancializar materia y espíritu, en querer considerarlos cosas. Pero alma y cuerpo, materia y espíritu, no son dos cosas distintas, sino dos aspectos distintos de un mismo ser; es decir, son dos maneras de conocer el ser y el actuar en sus distintas manifestaciones. No es que el ser humano sea la unión de dos sustancias; es que su ser lo podemos entender desde distintos puntos de vista, irreductibles el uno al otro si se quiere: el punto de vista que considera lo cuantificable, lo repetible, lo verificable, lo experimentable (el objeto, porque objetivado, exteriorizado); y el punto de vista que considera lo irrepetible, lo único, lo singular, lo valioso en sí mismo, lo autoconsciente y autodeterminado (el sujeto, que se conoce sobre todo de modo autorreflexivo).

El dualismo cartesiano nos ha metido en un callejón sin salida. No somos la unión de dos “cosas” (la res extensa material y la res cogitans inmaterial), que nadie sabe explicar cómo interaccionan. El viviente no es un alma que interacciona con un cuerpo: el viviente es un cuerpo animado, y es una vida corporeizada. En la medida en que dejemos de usar sustantivos –alma, cuerpo; espíritu, materia– para hablar de estos aspectos de los vivientes, en esa medida empezaremos a salir del atasco dualista. El alma no es un componente más, sino la estructura –el orden– de los componentes. Decir que el ser humano es un “compuesto” de alma y cuerpo es tan (poco) adecuado como decir que una hoja de papel DIN A4 es un compuesto de rectangularidad y celulosa. El alma no es una “entidad inmaterial” que se une a una “entidad material” que es el cuerpo. No son “entidades”, sustancias independientes. El alma no lo es, el cuerpo tampoco. El cuerpo vivo siempre está estructurado, “formado”, de una manera peculiar. Ni siquiera los cuerpos inanimados son pura materia, porque ellos también están estructurados, también tienen forma.

No confundamos epistemología con ontología, no caigamos en el error cartesiano de cosificar lo que no son sino aspectos de la realidad. Del mismo modo (y no es exagerado decir del mismo modo) que las piezas componentes, la estructura, la fuerza motriz y la función de un artefacto no son cosas distintas que interaccionan, sino aspectos distintos –realmente distintos, por otra parte– requeridos para lograr su comprensión integral… del mismo modo alma y cuerpo, materia y espíritu, instinto y libertad, no son cosas distintas que interaccionan y se puedan representar en un diagrama de bloques, sino distintos aspectos cognoscitivos de un único ser, vivir y actuar.

¿Se puede dibujar el alma?

Consideremos el siguiente esquema simplificado de un puente colgante:


Puente colgante: (1) plataforma o tablero horizontal, (2) torres o pilonas, (3) cables de suspensión parabólicos anclados en los extremos, y (4) tirantes verticales o perchas

Podríamos representarlo de modo aún más abstracto de la siguiente manera:


Representación abstracta de las fuerzas en un puente colgante: el tablero cuelga de las perchas, que cuelgan de los cables, que cuelgan de las pilonas

Imaginemos ahora que alguien preguntase, ¿en qué parte del dibujo está la estructura del puente? Pues… lo cierto es que la pregunta es bastante rara. 😜 La estructura es… bueno, la estructura es el mismo dibujo, ¿no? No pretenderemos que la estructura sea un elemento del dibujo, ¿verdad? Ruego al lector que haga una pausa y se imagine la Estructura dibujada como un rectángulo más junto al Tablero, las Perchas, los Cables y las Pilonas, y en relación con ellos.

Absurdo, ¿verdad? La estructura no es un elemento del dibujo, sino el pie. Es lo que escribimos debajo del dibujo para describirlo, es todo el dibujo. La estructura es la propia relación entre los elementos del dibujo. Es el orden de las partes, la organización de sus componentes.

(Por cierto, que he acudido a un ejemplo de arquitectura civil para explicarlo a un público más general, pero lo mismo vale también si uno habla de “arquitectura del software”, que es una de las materias que yo enseño a mis estudiantes. Otro día escribiré sobre Aristóteles y la relación hardware-software.)

Vale. Si hemos entendido esto, entonces deberíamos entender sin dificultad por qué resultan tan inadecuados los siguientes esquemas para intentar representar la relación alma-cuerpo.


Diferentes metáforas visuales de la relación alma-cuerpo… todas equivocadas

Para dibujar la relación alma-cuerpo hay que traducir una relación conceptual entre aspectos a una relación espacial entre partes sobre el papel (o la pantalla), en dos dimensiones. Cualquier metáfora espacial que utilicemos (diagramas de bloques y flechas, pisos apilados, capas de cebolla, etc.) será extremadamente limitada y tenderá a traicionar la idea original de que el cuerpo es materia estructurada, y que el alma no es otra cosa que la estructura del cuerpo vivo y sus operaciones. Cualquier metáfora espacial sobre el papel tiene el grave inconveniente de inducir a pensar que alma y cuerpo son “partes”, “componentes”. Una sencilla imagen puede traicionar el mejor intento de explicación.

¿Se puede dibujar el alma?

Sí. Dibuja una persona de carne y hueso, y habrás dibujado su alma.


Rembrandt. Autorretrato con birrete y cuello vuelto (1659)

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Créditos de las imágenes

19 comentarios en “La materia y el espíritu no son cosas, sino aspectos

  1. Pues bastante de acuerdo con tu entrada. En nuestra cultura pervive esa rémora de la sustancia, una superstición, que dota de sustancia a los sustantivos, y de ahí muchas confusiones y malosentendidos.

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  2. ¿Te das cuenta de que lo que has escrito lo podría firmar un idealista sin cambiar una coma?. Para un idealista la naturaleza no es inmaterial. Para un idealista la materia es aspectual. Todos los aspectos son experiencias de sujetos. Pero un idealismo naturalista es paradójico. Si la naturaleza es la suma de sus aspectos y todos los sujetos son seres naturales, antes de que nacieran, después de que mueran o donde simplemente no hay sujetos, tampoco hay naturaleza. Si acaso, noúmeno.
    En cualquier caso, la paradoja idealista no me parece menos arriesgada que otros saltos mortales (como dicen por Asturias, que el alma es un género de materia ontológico especial y el noúmeno es materia ontológico general).

    Las causas como explicaciones también tiene un sabor idealista. Las causas no son meras descripciones de la sucesión de antecedente y consecuente en una regularidad natural. También indican la relación entre ambos. La causa de una regularidad será una explicación, pero lo que explica es la relación de necesidad, siquiera estadística, que la hace regular.

    El alma no es la forma del ser viviente. Tampoco su finalidad. Si no somos poetas, no hablamos del alma de las plantas. Para un animal consciente, capaz de disfrutar y sufrir, el término cobra más sentido. Pero solo lo adquiere plenamente al hablar de seres capaces de juzgar, perdonar, etc.

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    • >> ¿Te das cuenta de que lo que has escrito lo podría firmar un idealista sin cambiar una coma?

      Puede ser, aunque supongo que hay muchos tipos de idealistas. Personalmente las etiquetas no me preocupan demasiado. Pero sí hay algunos puntos de tu reinterpretación de lo que yo he escrito con los que no me siento cómodo.

      >> Si la naturaleza es la suma de sus aspectos…

      Yo jamás diría que la naturaleza es la suma de sus aspectos. Más bien pienso que la realidad (prefiero decir ‘realidad’ a ‘naturaleza’) es la que es, y que nuestra manera de conocer la realidad es aspectual. Nunca es total y absoluta, siempre desde un limitado punto de vista. Ni siquiera combinando diferentes aspectos llegamos al conocimiento total de la realidad.

      El término ‘aspecto’, como seguro que sabes muy bien, está relacionado etimológicamente con la ‘acción de mirar’, aspicere, y por tanto con otros términos como especie, espectáculo, espejo, introspección, perspectiva…

      El aspecto es, pues, «lo observado» (el resultado de observar). Si no hay observador, no hay aspecto. Pero eso no quiere decir que no hay nada «observable» (lo que puede ser observado, y es previo a la observación y su resultado). Solo si hay algo observable puede ser observado. Esta postura no me parece muy idealista.

      >> Las causas como explicaciones también tiene un sabor idealista.

      En la Wikipedia inglesa está bastante bien explicado: la correcta traducción de aitía no es causa, sino explicación. El artículo Aristotle on Causality de Andrea Falcon en The Stanford Encyclopedia of Philosophy tiene todo lo que necesitas si quieres un nivel más técnico.

      >> Las causas no son meras descripciones de la sucesión de antecedente y consecuente en una regularidad natural. También indican la relación entre ambos. La causa de una regularidad será una explicación, pero lo que explica es la relación de necesidad, siquiera estadística, que la hace regular.

      Completamente de acuerdo. Salvo que aquí te estás limitando a la noción moderna de causa, es decir, causa eficiente. La explicación por causa eficiente no se limita a constatar regularidades en los fenómenos, sino que pretende explicar de verdad. Pero, además, hay otros tipos de explicaciones (causas) no eficientes. La estructura (forma) también explica, y la finalidad, y la materia. Una postura idealista posiblemente se conformaría con decir que «la explicación salva los fenómenos», o sea, es casi más una descripción que una verdadera explicación. Una postura realista pretende, en cambio, que la explicación es verdadera porque realmente ha conseguido desentrañar, al menos parcialmente, la realidad tal como es.

      >> Si no somos poetas, no hablamos del alma de las plantas.

      No hace falta ser poetas. Cuando hablamos de seres animados, incluimos a las plantas, con toda naturalidad. Y claro que es más adecuado decir que un ser es animado (el alma como adjetivo), que decir que un ser tiene ánima (al alma como sustantivo). Y tampoco hay por qué pretender que hay una única forma de ser animado, cuando es bastante obvio que ser animado se da en grados diversos entre los vivientes, como tú mismo señalas: planta, animal, animal racional, y todas las gradaciones que quieras dentro de estas tres categorías principales.

      Gracias por tus comentarios, siempre estimulantes.

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  3. Respecto a si se puede pintar el alma, ¿a qué te refieres exactamente? Porque si bien el cuerpo y el alma son aspectos de una misma realidad, ¿puede uno englobar al otro? Es decir, ser uno una metáfora espacial del otro.

    Muchas gracias y hasta pronto, espero que todo vaya muy bien, incluidas las navidades.

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    • Hola, Alberto, qué bueno tenerte por aquí comentando.

      Lo que quiero decir es que no puedes pintar el alma y el cuerpo como si fueran dos cosas separadas (o sea, como hacen en los dibujos animados). Cuando pintas a una persona de carne y hueso, pintas a la vez su alma y su cuerpo.

      Del mismo modo que no puedes pintar la estructura de un puente sin pintar el puente mismo, incluso si es de forma muy abstracta, como en el diagrama de bloques que puse más arriba.

      La estructura del puente no está localizada en ningún lugar concreto del puente, está en todo el puente a la vez. Lo mismo el alma respecto al cuerpo. Esto es lo que implica la concepción clásica del ánima como «causa formal» del cuerpo (o sea, explicación de su estructura).

      Lo que ocurre es que la concepción del alma según el dualismo cartesiano está tan en la base de nuestras representaciones culturales que nos cuesta horrores entenderlo así.

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      • En todo el texto te refieres exclusivamente a la unidad materia-forma (algo sobre lo que las pistolas de «rayos ontológicos» no han oído hablar (me hizo mucha gracia)), «hilemórfica», de la que hablaba Aristóteles. Si bien todo lo entendí, ¡con tu comentario mucho mejor!

        Al principio me chocó la pregunta,(si se puede pintar el alma de una persona), porque pensé: ¿cómo es posible que un objeto y un ser humano tengan la misma alma? . Claro, que siempre caben posibilidades:

        – que el cuadro y la persona tengan almas distintas (pues están formados por distinta materia (¿y la materia es la causa de la forma?);
        – tengan almas iguales (pues pertenecen a la misma realidad, y algo debe de haber participado para que «sean»);
        – que uno de los dos tenga alma;
        – o que ninguno la tenga.

        Muchas inquietudes y ¡muchas gracias!

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  4. Buenas

    Escribe el autor del artículo: “pienso que el dualismo cartesiano está abocado, más tarde o más temprano, a la negación de la existencia del alma”. No existe dualismo cartesiano en tanto el sabio francés naturaliza o biologiza o mecaniza el funcionamiento cuerpo-alma en una zona del cerebro. Por decirlo en términos actuales el alma puede investigarse mediante la consciencia cuya sede está en una zona específica del cerebro. Luego Descartes desatascó el dualismo de corte platónico para facilitar la investigación científica de la consciencia.

    Escribe el autor del artículo que “es imposible explicar cómo un ente inmaterial, el alma, podría interaccionar con un ente material, el cuerpo”. Este es un error habitual que se origina en Aristóteles que pensaba que el alma no puede definirse según líneas, puntos, superficies, números y combinaciones de números. Para Aristóteles el alma es un vehículo sensible afecto a las emociones de temor, alegría, tristeza, etc. En realidad Aristóteles no aceptaba que el alma pudiese habitar en un escenario 3 +1 dimensional y menos aún n-dimensional. Entonces al no poderse proyectar al alma dimensión geométrica y magnitud numérica se concluye que el alma carece de materialidad.

    En resumen, entiendo que el alma es algo a descubrir y construir por el cerebro, o mejor por la consciencia, pero teniendo cuidado de no confundir la inmaterialidad con la ausencia del número y la geometría, que fue el error de Aristóteles. El sujeto material es 3 + 1 dimensional, ignora o desprecia por irrelevantes hechos y fenómenos que son inhabituales en 3D o que son n-dimensionales. Si el alma se anuncia o se indicia en un fenómeno n-dimensional pasaría desapercibido según la episteme aristotélica del alma.

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  5. En su libro ‘Vida, la gran historia’ (2019), el paleontólogo Juan Luis Arsuaga describe cómo la ciencia ha ido derrotando al pensamiento mágico (el pensamiento animista característico de las religiones): «La ciencia ha consistido en explicar el mundo real por medio de leyes, no de propósitos, aunque para ello haya tenido que contradecir nuestras más queridas intuiciones. Así es como el pensamiento racional ha sustituido al pensamiento mágico, que le supone intenciones a todo lo que existe.» (página 453).

    El finalismo aristotélico también «le supone intenciones a todo lo que existe», y por tanto no constituye sino una variante más del pensamiento mágico que ya ha sido refutado por la ciencia.

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    • Pero los seres vivos tenemos intenciones, desde las más básicas como sobrevivir, reproducirse o alimentarse a las más excelsas, como investigar, capilar y trascender, lo que conlleva que habiendo intención se crea una finalidad. Por otro lado la ciencia refuta en el contexto científico que es a su vez un contexto filosofico, racionalista, positivo empírico, y por tanto cambiante y matizable.

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      • Los animales sintientes tenemos intenciones, claro, pero hemos sido creados por la errática, oportunista y amoral evolución, la cual carece de intenciones. La evolución es ateleológica: nos ha creado sin proponérselo.

        Por cierto, no conozco el verbo «capilar». ¿Qué significa?

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      • Capilar no, quería decir cavilar. La autocorrección del movil. Yo ampliaría al mundo vegetal, y a toda la vida, aunque no tengan una intención consciente, de extenderse, perdurar y evolucionar.

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    • Todo esto está perfectamente explicado aquí: ¿Hay finalidad en el universo?

      Se supone que Rawandi ya lo leyó y comentó en su día, pero parece que todavía no lo ha entendido, porque sigue insistiendo en los mismos errores, que ya he tratado innumerables veces de aclararlos.

      Lo primero, hay tres niveles diferentes de finalidad, y solo en el tercero (teleología) se puede hablar de intención, es decir, finalidad consciente. Pero en los dos primeros (teleomática y teleonomía) también hay verdadera tendencia (es decir, finalidad). Ninguno de los tres niveles tiene nada que ver con el pensamiento mágico.

      Arsuaga es un gran científico y escritor, pero en el texto citado (si verdaderamente refleja su pensamiento) está poco fino, puesto que no es verdad que el mundo se puede explicar enteramente por medio de leyes que expresan regularidades. Como poco, lo que no se puede explicar sólo con regularidades es la tecnología, que es inexplicable sin la noción de finalidad o propósito. Salvo que digamos que los artefactos tecnológicos no pertenecen al mundo.

      Rawandi, además, hace un interesante juego de palabras, usando la expresión de Arsuaga («supone intenciones a todo lo que existe») para identificar la finalidad aristotélica con el pensamiento mágico. Digo «juego de palabras» porque no quiero atribuirle intención manipuladora.

      Finalmente, tampoco explica Rawandi cómo seres surgidos de una evolución ateleológica pueden desarrollar la teleología. ¿La desarrollamos de la nada?

      En fin, es el mismo y eterno debate cada vez que Rawandi comenta en este blog.

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  6. «Las “causas” no son “cosas”, sino explicaciones»

    Aún no me explico que no se le caiga la cara de vergüenza al escribir esa frase. Qué poquísima vergüenza hay que tener para decir que:

    X no es Y, sino Z,

    Siendo Z un sinónimo de X y siendo la palabra Y una palabra sin contenido que puede tener CUALQUIER SIGNIFICADO.

    Flipo con:
    – Que le acepten estas mierdas en Naukas.
    – Que publiquen artículos suyos de pseudo-filosofía en revistas especializadas (eso sí, revistas de tercera).
    – Que sea ud. profesor de Universidad.

    Ud. es un ejemplo del fracaso del sistema.

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    • Theogonist,

      La frase que criticas puede ser poco afortunada, pero en todo caso no es una frase aislada, sino la conclusión de un argumento que trata de explicar que causa (aitía) significa explicación, algo que no sabe todo el mundo. Si tú ya lo sabías, me alegro por ti.

      Menos sabido aún es que en el lenguaje aristotélico aitía significa cualquiera de los cuatro tipos de explicaciones, y no solo la causa eficiente, que es prácticamente la única considerada en la ciencia moderna.

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  7. Buenas

    Me gustaría añadir una nota discrepante a un argumento que el profesor Génova expone en su artículo. El profesor extrapola la consideración aristotélica de las cuatro causas a un contexto tecnológico, en concreto a la ingeniería. Y de aquí se aventura a refutar el dualismo cartesiano razonando que lo que es inanimado no puede animar a los cuerpos. En comentarios anteriores expliqué que Descartes sitúa en una zona del cerebro la interacción del alma y el cuerpo y por tanto no hay dualidad. Pero el motivo de esta nota no atañe directamente al asunto de la relación cuerpo-alma sino a la tesis modular del cerebro.

    Al contrario del optimismo ingenuo del ingeniero, que según Génova no se pregunta como interacciona la estructura de la máquina con sus piezas, en la ingeniería del cerebro el asunto es más problemático. La neurociencia moderna acepta con normalidad que el cerebro está compartimentado en módulos cognitivos aislados y que algunos de los módulos son inaccesibles a la conciencia, es decir, funcionan de un modo inconsciente. Esto explicaría que el cerebro se ha especializado a lo largo de la evolución en cada función mental y a su vez esta especialidad modular se transmite por herencia. Este proceso conduce a la refutación de Aristóteles que pensaba que la mente al nacer es una tabla rasa.

    Entre los investigadores que han demostrado que el cerebro no es una tabla rasa están Kant, Descartes, Malebranche, Konrad Lorenz y el lingüista contemporáneo N. Chomsky. La modularidad cerebral muestra un panorama inquietante que disuelve el yo consciente y verbal transformándolo en un islote aislado en el mar de la consciencia. Los neurocientíficos han concluido que el cerebro es un sistema de redes neuronales que sirven para diversos cometidos y funciones. Estos módulos compiten para controlar mejor determinada conducta al punto que algunos especialistas llaman a esa competición darwinismo neural. ¿Hay un centro intermodular capaz de jerarquizar este sistema de redes neuronales? ¿Hay un yo supermodular que funcione como un sistema central de los módulos?

    La respuesta a estas preguntas es negativa, no hay un yo ni un superyo que supervise las áreas cognitivas gestionadas por módulos independientes. Esto quiere decir que la sensación de mismidad o yoidad es frágil. Así, el módulo del yo queda relegado a la función de testigo o intérprete de una serie de secuencias neuronales y cognitivas que en su mayoría son inconscientes. Este escenario queda muy lejos del optimismo causalista aristotélico que justifica la sencillez con que los ingenieros entienden y manejan las máquinas inanimadas.

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    • Desde mi punto de vista Descartes no desatascó el dualismo platónico, su res cogitans no es su res extensa. De la interacción en el cerebro no se sigue que no haya dualidad, todo lo contrario, porque hay inter-acción hay dualidad. Descartes no desatasca, sino que es, en mi opinión, el origen del problema.
      Chomsky dice que popularmente se piensa que el dualismo está superado por la no existencia de la res cogitans (el alma) frente a la res extensa (la geometría) cuando realmente lo que ha supuesto la física del siglo XX es en buena parte el abandono de los supuestos extensionalistas de la materia tal y como los entendía Descartes deudora de la idea escolástica de sustancia. Sospecho que Dennet o los Churchlands creen que superado Descartes, la única opción posible es el materialismo pero creo que no me equivoco al decir que infravaloran el problema de fondo, o al menos no tienen en cuenta la objeción, para mi fundamental, de que si no se puede reducir, traducir, el entendimiento al número entonces el supuesto en el que descansa el materialismo más cientificista queda refutado.

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    • Trenchtown, no sé dónde he dicho algo que se parezca a lo que me atribuyes:

      >> se aventura a refutar el dualismo cartesiano razonando que lo que es inanimado no puede animar a los cuerpos.

      Lo que yo digo es que lo que es inmaterial no puede interaccionar con lo que es material. No se parece en nada.

      Por otra parte, dices que:

      >> Descartes sitúa en una zona del cerebro la interacción del alma y el cuerpo y por tanto no hay dualidad.

      Explícame, por favor, de dónde sale ese «por tanto no hay». A mí me parece que es justo lo contrario.

      >> Al contrario del optimismo ingenuo del ingeniero, que según Génova no se pregunta como interacciona la estructura de la máquina con sus piezas…

      ¿Optimismo ingenuo? No. El ingeniero no se pregunta cómo interacciona la estructura con las piezas, no porque sea ingenuamente optimista, sino porque la pregunta no tiene sentido. La relación estructura-piezas no es de interacción. Es de… estructuración.

      Por otra parte, la concepción del cerebro como un sistema compuesto de partes en interacción (modularidad estructural-funcional) no solo no se aleja de una visión ingenieril, sino que es la forma típica en que un ingeniero afronta la comprensión de los problemas.

      Aparte de eso, no sé qué otras conclusiones se pueden sacar de esta concepción modular. Que somos meros espectadores de muchas cosas que nos ocurren –funciones fisiológicas, y también funciones cognitivas–, me parece que es algo indudable. Que somos meros espectadores de TODO lo que nos ocurre –es decir, que no somos propiamente autores de NADA de lo que hacemos– me parece una conclusión excesiva e injustificada, sobre la que ya he escrito en La falacia del neuro-abogado.

      Torredelaguila,

      >> De la interacción en el cerebro no se sigue que no haya dualidad, todo lo contrario, porque hay interacción hay dualidad. Descartes no desatasca, sino que es, en mi opinión, el origen del problema.

      Completamente de acuerdo.

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