Einstein y la ética

Esta entrada fue publicada originalmente en Naukas. Y mucho después, en versión reducida, también en UniversidadSí.


Einstein, las citas apócrifas y el principio de autoridad

Internet está plagado de citas apócrifas, dichos más o menos ocurrentes que son atribuidos a personajes famosos para mejorar su aceptación. “Si no valoran el dicho por sí mismo, al menos que lo valoren por su supuesto autor”. Cuanto más icónico o carismático sea un personaje, más susceptible es de que se le atribuyan frases de todo tipo. Un ejemplo preclaro es Albert Einstein, y una cita apócrifa muy conocida (que por otra parte me encanta por su perspicacia) es esta:

No todo lo que cuenta puede ser contado,
ni todo lo que puede ser contado cuenta.

Afortunadamente en la red no solo hay gente que propaga y amplifica lo que le llega sin el menor sentido crítico, también los hay que se dedican a investigar el origen de dichos como este que, según Quote Investigator, debe atribuirse al sociólogo William Bruce Cameron en un libro de 1963 (Einstein murió en 1955). Lo cual no quita para que esa frase exprese una gran verdad que nuestra sociedad ignora demasiado a menudo; dataísmo llaman ahora, siguiendo a Harari, a esta idolatría de los números.

Aunque el merecido prestigio de Einstein no le viene de sus contribuciones en el campo de la ética, voy a recoger y comentar a continuación algunas frases suyas que considero particularmente lúcidas. Y para no caer en el error que vengo criticando, citaré las fuentes documentales y el contexto en el que fueron pronunciadas.

1931: Conferencia para estudiantes en CalTech

Por aquellos años Einstein ya se había significado por sus frecuentes críticas al uso inadecuado de la ciencia y la tecnología. En una conferencia dirigida a los estudiantes del Instituto Tecnológico de California, el 16 de febrero de 1931, Einstein apelaba a la búsqueda del bien humano como objetivo principal del progreso tecnológico [1]:

¿Por qué esta magnífica ciencia aplicada, que ahorra trabajo y hace la vida más fácil, nos trae tan poca felicidad? La respuesta simple es: porque todavía no hemos aprendido a utilizarla con sensatez. En la guerra sirve para envenenarnos y mutilarnos unos a otros. En la paz hace nuestras vidas más apresuradas e inciertas. En lugar de liberarnos en gran medida de un trabajo espiritualmente extenuante, ha hecho de los hombres esclavos de las máquinas (…). No es suficiente que ustedes comprendan la ciencia aplicada para que su trabajo incremente los beneficios del hombre. La preocupación por el hombre mismo y su destino debe siempre constituir el interés principal de todos los esfuerzos tecnológicos; (…) la preocupación por los grandes problemas no resueltos de la organización del trabajo y la distribución de bienes, de modo que las creaciones de nuestra mente sean un beneficio y no una maldición para la humanidad. Nunca olviden esto en sus diagramas y ecuaciones.

Why does this magnificent applied science…

Me parece interesante señalar que esta conferencia no estaba dirigida a políticos, sino a estudiantes, futuros ingenieros. Einstein tenía claro, y trataba de transmitir, que los ingenieros no pueden eludir su responsabilidad ante la sociedad, no pueden limitarse a ser meros “instrumentos inteligentes”, gente preparada para resolver problemas que otros han decidido que hay que resolver.

1941: Grabación para la British Association for the Advancement of Science

Diez años más tarde, el 28 de septiembre de 1941, ya en plena Segunda Guerra Mundial, encontramos esta conferencia radiofónica de Einstein titulada “The common language of science” [2], de apenas 8 minutos de duración (la grabación debió realizarse en Estados Unidos, ya que Einstein nunca volvió a Europa tras emigrar de Alemania en 1933). Para quienes no hayan escuchado nunca la voz de Einstein, es una buena oportunidad de oírle hablar inglés con un fortísimo aksento alemááán. Son interesantes los comentarios de Maria Popova y de Mike Springer, ambos en inglés. Como reflexión filosófica sobre el lenguaje de la ciencia, en mi opinión la conferencia no vale mucho (demasiado simple), pero hacia el final de la misma encontramos estas brillantes palabras:

¿Qué esperanzas y temores implica el método científico? Creo que no es la forma correcta de preguntar. Lo que esta herramienta produzca en manos del hombre dependerá enteramente de la naturaleza de los objetivos de la humanidad en cada época. Una vez que estos objetivos existen, el método científico proporciona los medios para realizarlos; pero no puede proporcionar los objetivos mismos. El método científico no habría llevado a ninguna parte, ni siquiera habría nacido, sin un esfuerzo apasionado por entender. En mi opinión, lo que caracteriza nuestra época es la perfección del método y la confusión de objetivos.

Esta caracterización de su época y de los límites del método científico me parece plenamente vigente, y el problema que denuncia no se ha resuelto todavía. Actualmente, en nuestras universidades entrenamos a los estudiantes para que aprendan perfectamente métodos y técnicas de resolución de problemas. Pero no les entrenamos para que identifiquen los problemas que vale la pena resolver, para que sean capaces de establecer un orden de prioridades, o incluso para rebelarse –racionalmente, no por puro capricho– ante posibles demandas anti-éticas de sus jefes. Perfección del método y confusión de objetivos…

Nuestros estudiantes necesitan reflexión sobre los objetivos que son deseables, no sólo sobre los medios adecuados para alcanzarlos. La reflexión sobre los fines de la tecnología plantea de modo natural cuestiones que ella misma no puede responder, manifestando así su vinculación con la ética y los valores. Sin esta reflexión sobre los fines u objetivos, el peligro es caer en la búsqueda incesante de una eficacia y una eficiencia que no se sabe para qué se las quiere [3].

1946: Una nueva forma de pensar

Esto me lleva a mi última cita de hoy. En mayo de 1946 Einstein publicó un telegrama en el que hacía un llamamiento, como presidente del Emergency Committee of Atomic Scientists, a una campaña para renovar nuestra forma de pensar tras el desastre de la Segunda Guerra Mundial [4]:

Nuestro mundo se enfrenta a una crisis todavía imperceptible para aquellos que poseen el poder de tomar grandes decisiones para bien o para mal. El poder desencadenado del átomo lo ha cambiado todo excepto nuestras formas de pensar, y de este modo, avanzamos sin rumbo hacia una catástrofe sin precedentes. Los científicos que hemos liberado este inmenso poder tenemos una responsabilidad abrumadora en esta lucha mundial a vida o muerte para dominar el átomo en beneficio del género humano, y no para la destrucción de la humanidad. Necesitamos doscientos mil dólares de una vez para lanzar una campaña nacional que haga saber a las personas que una nueva forma de pensar es esencial para que la humanidad sobreviva y avance hacia niveles más altos. (…)

Esta última frase ha sido parafraseada de muchas maneras [5], hasta el punto de hacerla a veces irreconocible:

El mundo que hemos creado hoy como resultado de nuestro pensamiento tiene problemas que no pueden resolverse pensando de la misma manera que pensábamos cuando los creamos.

El mundo que hemos creado es producto de nuestro pensamiento;
no podemos cambiarlo sin cambiar nuestro pensamiento.

Si nos hemos metido en un lío con una determinada manera de pensar,
no vamos a salir de ese lío si no cambiamos la forma de pensar.

Y esta es la cuestión. Nos hemos metido en un lío porque hemos centrado nuestros esfuerzos en perfeccionar los métodos, las técnicas de resolución de problemas, y hemos logrado cotas altísimas de eficacia. Pero no hemos dedicado el mismo esfuerzo a reflexionar sobre los objetivos que deberíamos perseguir, lo que realmente es deseable para la humanidad, lo que de verdad vale la pena y es valioso porque enriquece nuestra vida. Esta falta de reflexión hace que nos dejemos arrastrar por fuerzas (instintos, presiones sociales) que no sabemos ni podemos controlar. Una vez más: perfección del método y confusión de objetivos…

Entonces, ¿podemos cambiar nuestra forma de pensar acerca de la “deseabilidad” de los objetivos? ¿Se puede razonar no solo sobre la eficacia de los medios, sino también sobre los fines y los valores? Mientras sigamos pensando que la ética (la elección de fines) no es susceptible de argumentación racional, seguiremos sin ser capaces de resolver los problemas que plantea la tecnología. No digo que piense así todo el mundo, pero sí que es una forma de pensar muy extendida. Nuestros estudiantes universitarios –y nuestros profesores– están muy entrenados en el ejercicio riguroso de la racionalidad instrumental (resolución eficaz de problemas). Sin embargo, lo que podemos llamar racionalidad ética o humanista ha quedado prácticamente marginada en la enseñanza actual de carreras científicas y tecnológicas en nuestras universidades, por mucho que haya signos de recuperación [6].

El problema surge, en buena medida, cuando se pretende que todo lo que no es conocimiento verificable en la experiencia –la ética incluida– ya no es racional. No ignoro, obviamente, las dificultades que encuentra la Ética para alcanzar un estatus propio de racionalidad. Pero quiero enfatizar la necesidad de que la reflexión ética no sea dejada por imposible, como si en este campo todo fuera cuestión de opinión y preferencia subjetivas, cuando no arbitrarias.

NOTAS

[1] La reseña periodística del día siguiente en The New York Times, “Einstein Sees Lack in Applying Science” (17 February 1931, p. 6), no recoge el texto completo de la conferencia sino solo algunas frases escogidas. La transcripción del texto publicado de la reseña (“Why does this magnificent applied science…”) se encuentra en muchos lugares, por ejemplo aquí y aquí.

[2] Albert Einstein. The common language of science. Conferencia radiofónica emitida el 28 de septiembre de 1941. Publicada un año después en Advancement of Science 2(5):109–110. Reimpresa en Ideas and Opinions (1954). Mi transcripción.

[3] Gonzalo Génova, M. Rosario González. Teaching Ethics to Engineers: A Socratic Experience. Science and Engineering Ethics 22(2):567-580, April 2016. Manuscrito.

[4] El telegrama de Einstein se publicó en The New York Times bajo el título “Atomic Education Urged by Einstein” (25 May 1946, p. 13). La transcripción del telegrama, que comienza “Our world faces a crisis…”, puede leerse aquí, parcialmente aquí, y también lo encontré en forma más completa aquí.

[5] Una magnífica recopilación crítica de citas de Einstein se encuentra aquí: The Ultimate Quotable Einstein, Edited by Alice Calaprice, Princeton University Press, Princeton, New Jersey, 2010.

[6] Rafael Miñano, Gonzalo Génova, Sara Román, Eloy Portillo. Reflexión sobre el papel de las asignaturas relativas a aspectos éticos, sociales, legales y profesionales en los grados de ingenierías informáticas. XXIV Jornadas sobre la Enseñanza Universitaria de la Informática (JENUI 2018), Barcelona, 4-6 de julio de 2018.

Créditos de las imágenes

https://curatti.com/9-things-data-big-small/

https://www.amazon.com/EINSTEIN-Applying-Science-Newspaper-February/dp/B01E4A09WA

8 comentarios en “Einstein y la ética

      • Me refiero al Heisenberg verdadero, es decir, al físico que colaboró con los nazis no solo tratando de proporcionarles la bomba atómica sino dedicándose a dar muchísimas conferencias en las que alababa al Tercer Reich.

        Aunque Heisenberg no se afilió al partido nazi, desde niño había sido intensamente adoctrinado en los mitos del nacionalismo germano, y debido a ello estaba convencido de que Alemania necesitaba tener un caudillo fuerte como Hitler. En resumen, Heisenberg tuvo una buena formación científica, pero una formación ética muy deficiente.

        Me gusta

  1. Gonzalo, no conocía esas citas en toda su extensión, y me ha interesado ver en qué contexto Einstein habló de perfección del método y confusión de objetivos, que es la parte de la frase más conocida. Me parecen, las tres citas, muy lúcidas, y desde luego no han perdido un ápice de interés ni de actualidad. Y veo que también te desagrada esa corriente casi abrumadora de citas apócrifas en Internet, a la que conviene resistirse dando referencias, como haces (veo que también usas Quote Investigator, a mí me parece extraordinariamente útil).

    Y la oportunidad de escuchar a Einstein en directo ha sido un regalo inesperado. Acostumbrado, desde siempre, solo a leer lo que Einstein escribió, yo estaba entre quienes ignoraban que hubiera una grabación en la que se pudiera escuchar su voz. Pasamos un buen rato en casa el domingo escuchando lo que dice con ese marcado aksento. A ver si el domingo próximo puedo escuchar los comentarios que enlazas.

    Me gusta

  2. Es para mí un motivo de orgullo y satisfacción escribir este comentario en el blog del gran Gonzalo Génova. Desde que nos conocimos, cuando los dinosaurios poblaban la tierra, nuestras vidas profesionales han seguido caminos muy distintos. Yo me he tenido que convertir en el contable que casi todos somos, dedicando el día a rellenar hojas Excel con datos falsos. Gonzalo, tú pareces haber podido seguir ganándote la vida en un entorno al menos algo más estimulante, universitario, que te permite hacer esfuerzo intelectual en los temas que de verdad importan.

    Bien. Lo divertido es la polémica, y para los viejos cascarrabias es fácil ¡No estoy de acuerdo! Y quiero decir que no estoy de acuerdo con Einstein, cuando dice que «La preocupación por el hombre mismo y su destino debe siempre constituir el interés principal de todos los esfuerzos tecnológicos; (…) la preocupación por los grandes problemas no resueltos de la organización del trabajo y la distribución de bienes, de modo que las creaciones de nuestra mente sean un beneficio y no una maldición para la humanidad. Nunca olviden esto en sus diagramas y ecuaciones».

    Parece una frase inocua. Algo con lo que todo el mundo debería estar de acuerdo ¡Por supuesto que lo importante es la felicidad humana, no las ecuaciones! Cabría decir que es una obviedad, una banalidad. Pero me parece que bajo la superficie yace un error. Un error muy corriente, dañino, y una terrible confusión de objetivos.

    Es el clásico problema de mezcla de dominios. Tratar de aplicar un razonamiento, digamos, sobre ética, en el ámbito de la química, para acabar diciendo algo como “la maldad no es más que una falta de activadores neuronales apropiados”. Mezcla de dominios. O “El hombre no es libre, porque todo se reduce a la física de partículas”. Mezcla de dominios.

    Los beneficios para la humanidad no están en ninguna ecuación. Tratar de pensar en eso mientras se escribe un programa de ordenador no sirve más que para causar parálisis. Peor, es imposible. Un ingeniero, actuando como ingeniero, debe resolver los problemas técnicos con solvencia. Y ya está. Y como persona, cuando se enfrente a una situación que lo requiera (que no será cuando está despejando la “x”), debe tomar decisiones éticas. Pero ese es un dominio distinto.

    Mi punto no vende. Es mucho más “sofisticado” pretender que hay que mezcla ambos asuntos. Pero pienso no solamente que no se pueda hacer, sino que intentarlo está en la raíz de muchos males. Pretender que el bien y el mal tienen algo que ver con la física, la mecánica y las ecuaciones en derivadas parciales infravalora la complejidad de los problemas éticos, incluso de los problemas de organización de la sociedad, y conduce a las utopías cientifistas y comunistas (con perdón, que se me ve el plumero) causantes de los desastres de nuestro siglo, el XX.

    El propio Einstein es bien conocido por ser un enorme científico, y un desastre filosófico. Ingenuo, creyente en la posibilidad de un gobierno mundial, filocomunista. Ocurre con él algo parecido a cuando Javier Bardem trata de darme lecciones de política. Por favor, dedícate a lo tuyo. El propio Einstein es un ejemplo de mezcla de dominios.

    Creo que es necesario educar a las personas en la ética, en los valores humanos. Creo que los problemas importantes son los que tienen que ver con la organización de la sociedad. Y creo que la ciencia fundamental, y la ingeniería, no tienen nada que decir al respecto. Hubo un tiempo en que pensaba que todo son problemas técnicos, y que sólo hay que buscar la solución óptima ¡Qué estupidez! Me parece más que loable enseñar ética a ingenieros, pero porque es enseñar ética a personas.

    «Lo que podemos llamar racionalidad ética o humanista ha quedado prácticamente marginada en la enseñanza actual de carreras científicas y tecnológicas en nuestras universidades, por mucho que haya signos de recuperación». Me encantaría sabe cuáles son los signos de recuperación. En cualquier caso, enseñemos ética a los ingenieros (y a todos los universitarios), pero antes hay que preguntarse, para que la decisión tenga algún valor ¿Qué asignatura eliminamos para incluir esta otra? Porque todo es muy fácil, hasta que nos cantan el precio.

    Y tu blog me parece fantástico y sobre todo estimulante ¡Ya tengo lectura para varios días!

    Me gusta

    • Hola Francis, muchísimas gracias, es un gustazo recibir un comentario así de un «amigo de toda la vida». Para los que nos leen, simplemente diré que nos conocimos el primer día en la universidad (o tal vez el segundo), sentados en bancos contiguos, y desde entonces hemos seguido, con más o menos intensidad de trato. Desde unas ideas a menudo en contraste, siempre te he tenido por un contrincante con el que valía la pena polemizar, no por puro polemizar, sino para buscar juntos la verdad.

      No pretendo que Einstein fuera un gran filósofo (yo mismo digo que su reflexión sobre el lenguaje de la ciencia es simplista). Seguramente un tipo como Schrödinger, al que sé que admiras, es filosóficamente mucho más relevante. Estoy completamente de acuerdo contigo en que no se debe mezclar la química ni la física de partículas con la libertad y las causas de la felicidad o la infelicidad. Y eso que creo que durante años fui víctima, al menos en parte, de ese sueño de pensar que los beneficios para la humanidad podía encontrarse en alguna ecuación.

      Sin embargo, no creo que esta «mezcla de dominios» de la que hablas se pueda aplicar a la frase citada. Resolver un problema técnico es a la vez resolver un problema ético. No es que la solución a la ética esté en una ecuación, sino que la ecuación del ingeniero se refiere a un problema con repercusiones sobre la vida de las personas, y es ahí donde pienso que es un error poner la ética entre paréntesis y ser «solo ingeniero». Si yo no me preocupo por las repercusiones éticas de mi trabajo como ingeniero, otros lo harán; utilizarán mi trabajo puramente técnico para lograr sus intereses, legítimos o no; me convierto en un instrumento despersonalizado en manos de otros.

      Yo también uso hojas Excel, seguramente menos que tú. Cuando evalúo a mis estudiantes utilizando una fórmula que agrega diversas calificaciones parciales, resuelvo un problema que es técnico y ético a la vez. Un problema de justicia con el estudiante y con la sociedad que me ha encargado este trabajo. Se ve más claro aún cuando se trata de definir para otros profesores a mi cargo los elementos que deben tener en consideración en la calificación global. Por qué este elemento, y no otro, y por qué en esta medida, es un problema técnico y ético a la vez.

      Es discutible que la ciencia fundamental y la ingeniería puedan separarse tajantemente (dicho mal y pronto, los ingenieros nos consideramos, y nos consideran, «de ciencias»). Pero si las vemos como polos en un continuo, yo sí veo una diferencia de carácter en ambos polos. La ciencia básica se limita a «contemplar» la realidad, trata de comprender cómo funciona el mundo, y está feliz cuando lo logra. La ingeniería, en cambio, no se conforma con contemplar: la ingeniería quiere «transformar», es incoformista, y de ahí nace su fuerte conexión con la ética, mucho más fuerte que la que tiene la ciencia básica. La ingeniería quiere cambiar el mundo, pero por sí misma no sabe por qué, ni hacia dónde. Se plantea preguntas que solo puede responder la ética.

      «¿Qué asignatura eliminamos para incluir esta otra?» Hace ya más de diez años que me dieron esta respuesta cuando planteé la posibilidad de incluir una asignatura de ética en los nuevos planes de estudio de Bolonia en mi universidad. Y recientemente me volvió a ocurrir lo mismo, en otro nuevo plan en cuya elaboración he participado. Pero no es un fenómeno uniforme, en el artículo referenciado hay datos referidos al ámbito de la informática en España.

      Un abrazo, amigo.

      Me gusta

  3. Pingback: Albert Einstein: perfección del método y confusión de objetivos

Deja un comentario